sábado, 17 de enero de 2015

Maghrib al Aqsá (el remoto occidente)



Maghrib al Aqsá

(el remoto occidente)


En un inusitado cálido día del mes de noviembre, los intensos y reiterados graznidos que se escuchan desde el exterior me apremian a precipitarme sobre los vastos y sucios ventanales de mi despacho y observar en el incipiente amanecer, las numerosas formaciones de grullas que surcan los viciados aires de esta pretenciosa y gris aldea que desmesuradamente progresó al abrigo de oscuras comisiones inmobiliarias. Las majestuosas aves enfilan en marciales formaciones su camino hacia el sur buscando un invierno más confortable. 

Hoy en día ya no es posible emprender un viaje como el de Kit y Port, los protagonistas de "El cielo protector". Los conceptos de viajero y turista sobre los que tan certeramente disertó Paul Bowles en su elogiada obra literaria, han quedado absolutamente desfasados por la irrupción de las modernas tecnologías. La saturación de documentales, webs y canales temáticos, junto al insaciable consumismo de la cultura occidental, han convertido actualmente los viajes en una suma de exóticos trofeos en los que la cantidad de monumentos visitados y compras realizadas se anotan como una muesca más en el curriculum del infatigable turista. 

A pesar de todo, cuando llegas a Maghrib al Aqsá (el remoto occidente) como llamaban antiguamente los árabes a esta franja mediterránea y te vas alejando de los circuitos turísticos establecidos por las agencias de viajes, es posible imbuirte en un entorno más genuino y desconocido, que poco a poco te atrapa y te transporta a tiempos pretéritos que uno ya creyó desmantelados por la globalización cultural exportada a golpe de parabólica.

Los sentidos se apoderan del foráneo y consiguen hacerle creer que todavía es posible convertirse en un afortunado viajero de los de antaño.

Los saturados colores de la vida magrebí se entremezclan con las persistentes llamadas del muecin desde el minarete de la mezquita. Los virtuosos es, rabeles, darbukas, panderetas, cítaras y violines te invitan a adentrarte en los locales desde los que te atrapa la embriagadora música andalusí. El poderoso aroma de las especias que abunda en los concurridos zocos, sirve para elaborar la sabrosa y condimentada comida marroquí, fundamentalmente matriarcal y de inconfundible procedencia mediterránea. Y el más sensual de todos los sentidos, que te seduce con un relajante masaje en un hammam, te regresa al terrenal mundo de los mortales.

A pesar de que cada vez es más frecuente la presencia de la "modernidad" occidental en forma de telefonía, y de "merchandising" deportivo, es reconfortante observar que la poderosa influencia del emporio televisivo occidental no haya conseguido, de momento, que los niños dejen de arremolinarse al atardecer en la plaza de Yamaa el Fna, para escuchar absortos las fábulas de los cuentacuentos y observar atónitos las acrobacias de los saltimbanquis, ni que los más mayores disfruten de las interminables tertulias vespertinas de los cafés.

Así es Maghrib al Aqsá, como las tres tazas de té. Amargo como la vida, dulce como el amor, y suave como la muerte.

En el ocaso del invierno, las aves una vez más regresan despreocupadas de concertinas, pasaportes y visados. 

Miguel Ángel Sintes Puertas




Sala de exposiciones "Paco de Lucía"
5-28 de febrero de 2015
Avenida del General Fanjul, nº 2
Madrid-28044

RAMÓN MASATS

"in memoriam"               © Pablo Sintes