Miguel Ángel Sintes Puertas
Andrés Marín, Benito Román, César Lucas y Vicente López Tofiño
Andrés Marín, César Lucas, Vicente López Tofiño
Actualidad fotográfica de Miguel Ángel Sintes Puertas
Miguel Ángel Sintes Puertas
Andrés Marín, Benito Román, César Lucas y Vicente López Tofiño
Andrés Marín, César Lucas, Vicente López Tofiño
"In memoriam"
Lorenzo nació un
caluroso 10 de agosto de 1927 en la histórica villa de Cuéllar, un día en el
que las cigüeñas crotoraban en los campanarios y los esforzados labradores
ultimaban las cosechas del estío.
Ese
mismo año, se produjo la primera emisión de la histórica BBC, la primera
llamada telefónica transatlántica, y Sacco y Vanzetti fueron ejecutados
mientras una oleada de protestas sacudía el mundo. En España, regresábamos a
las viejas costumbres y el uniforme de Primo de Rivera dictaba los preceptos de
los habitantes de la nación.
Pasó su juventud entre mulos,
trillos y eras, y al aproximarse la madurez, decidió cambiar la hoz por el
martillo. Empacó sus escasos enseres y, junto a su mujer y sus tres hijos, se
dirigió a la ciudad. Albergado en una popular corrala del barrio de Lavapiés,
inició una nueva vida como obrero metalúrgico en Perkins, donde compartió
fatigas con el célebre líder obrero Marcelino Camacho.
El pasado viernes 17 de mayo,
con casi 97 años, tendido en su cama y con la mirada serena y limpia, asido a
la mano de su hija Josefina, se durmió tranquilo, con la conciencia de haber
sido un buen padre y un hombre bueno.
Cuando somos niños, el tiempo
parece eterno: pasa lentamente y de manera intensa. Al finalizar la infancia,
algo cambia; es como si el reloj se detuviera y nos encontráramos en un espacio
atemporal. Solo cuando fallecen nuestros padres, el tiempo parece volver a
ponerse en marcha, amenazante. Enfrentarnos a su pérdida nos sitúa frente a
nuestra propia mortalidad. El tiempo se vuelve tangible y cada recuerdo se
convierte en un instante que permanece vivo en nuestra memoria. Ese tiempo que
se había detenido empieza a moverse nuevamente. El reloj, implacable, sigue su
curso.
Miguel Ángel Sintes Puertas
"in memoriam"
© Miguel Ángel Sintes Puertas
Retrato que le hice a Pierre en la Feria del libro de Madrid hace unos años
A VIº edición do Premio de Fotografía Manuel Ferrol convocado pola Asociación Cultural Cultura Aberta de Carral xa ten gañador. A imaxe titulada "El hombre de la calle Callao" do madrileño Miguel Ángel Sintes Puertas foi a seleccionada polo xurado "por ser fiel ao estilo do fotógrafo homenaxeado", de entre as 256 fotografías recibidas e 83 participantes nesta edición O xurado estivo composto nesta edición por seis recoñecidos profesionais da fotografía e o xornalismo. Nacho Romero e Ángel Cordero, profesores de fotografía na EIS da Coruña, Víctor Echave, director de fotografía do diario La Opinión, María Meseger, Xoán Piñón e Vanesa Casteleiro, fotógrafos profesionais. Mirian Pantoja e Lois Anxo Ferreiro actuaron como representantes de Cultura Aberta, secretaria e presidente respectivamente, para levantar a acta correspondente ao finalizar as intensas deliberacións. Durante o verán farase unha exposición con máis de 25 obras presentadas ao concurso no Campo da Feira de Carral.
“la realidad solo existe si la soñamos”
Juan Marsé
Sobre lo masintético
Conozco a Miguel Ángel desde hace unos cinco años con motivo de la organización de una Exposición sobre el Rastro de Madrid. En el prólogo del libro Madrid al clorobromuro que hoy nos congrega aquí explico algunas cosas más de este primer encuentro y los avatares posteriores.
Pero hoy quisiera debatir con ustedes sobre un término al que llevo dando vueltas desde hace un tiempo. Voy al grano: como soy profano en la materia, me gustaría preguntar a las doctoras y doctores de esta santa casa de la fotografía si en su jerga utilizan el concepto Masintético.
Gracias. Ya me parecía a mí que el término no existía, pero debieran comenzar a utilizarlo. ¿Se estarán preguntando qué es masintético? Como tampoco aparece en la RAE, a donde he acudido para iluminarme, pues me he quedado más tranquilo. Y hoy en exclusiva mundial puedo presumir de haber patentado un término que dará que hablar. Y el culpable es el mismo Miguel Ángel Sintes, y tal vez también la nueva tecnología.
Intentaré desvelar ya el concepto, que etimológicamente tampoco tiene nada del otro mundo, como suele ocurrir con las cosas importantes.
Miguel Ángel manda sus correos electrónicos con el acrónimo Masintes. Y yo desde que nos conocimos apunté en este, mi antediluviano teléfono móvil, su número con el mismo acrónimo: Masintes. De aquí deriva, etimológicamente como digo, el apelativo Masintético, que hoy vengo a poner a su consideración, para ver si hace fortuna. Porque si de un tiempo a esta parte proliferan palabras tan feas como procastinar, resetear, youtuber, implementar, o todo tipo de palabras procedentes del imperio anglosajón, porque no vamos nosotros a poder presumir de inventar un término, máxime cuando lo hacemos para homenajear a un influencer como pocos. Al tiempo.
Pero lo masintético no es solo un término que puede utilizarse para definir a Miguel Ángel Sintes. Es algo más, pues define su carácter y el de su obra, y quiero creer que hasta un estado del ser y del estar, no solo de Miguel Ángel, sino del ser humano en general. Yo puedo comentar poco sobre el aporte masintético a lo fotográfico -pues aquí hay doctores y doctoras que hablarán más y mejor que yo al respecto-, pero no me cabe la menor duda de que hay un sentido masintético en la persona de Miguel Ángel que se traspasa a su obra. Y ese sentido masintético tiene mucho que ver con la originalidad, la transparencia, la pureza, la candidez, la inocencia, e incluso la timidez. Ya digo que yo no puedo hablar mucho sobre el aporte fotográfico de lo masintético, pero en lo que veo de su obra hay mucho de dulzura, así como, incluso, diría de poesía.
Porque ya sé que es un lugar común, pero hay mucho de poesía en Miguel Ángel y en lo masintético. De hecho, el mismo reconoce que ha hecho algún pinito en la prosa poética. Y yo también he sufrido ese rasgo masintético en alguna que otra corrección de pruebas ortotipográficas realizadas con esmerada precisión poética por nuestro homenajeado. Y el rasgo más poético que puede haber en sus fotos se descubre al instante.
La poesía masintética está presente en la ternura con la que se abre el libro mostrando el interior del antiguo corralón del Rastro, donde parece transportarnos al baúl de los recuerdos, allí donde se conserva un mundo de infancia y donde el tiempo parece haberse detenido. Y sigue con esa chica con grandes tacones que lleva de la mano a su abuela por una calle de cualquier barrio de Madrid. Dos generaciones que podríamos pensar tan distantes y distintas, y, sin embargo, tan cercanas por mor de lo masintético. Son solo dos ejemplos de la propuesta de viaje por Madrid que se nos regala por parte de Miguel Ángel Sintes, el verdadero creador de lo masintético.
Y hablaba antes de originalidad. Y al hilo del viaje por Madrid, y sin querer caer en lo pretencioso, la verdad es que ya ha habido muchos autores que han realizado viajes por Madrid desde las más diversas disciplinas. No hace falta remontarse a Torres de Villarroel con sus Visitas y visiones de Torres con Quevedo, o al Diablo Cojuelo de Luis Vélez de Guevara, con sus célebres trancos, o a los más recientes paseos de Corpus Bargas, Ramón Gómez de la Serna o Paco Umbral, autores todos ellos que desde la literatura nos han dejado páginas señeras de paseos por Madrid en diferentes períodos históricos. También ha habido afamados directores de cine que nos han dejado recorridos memorables por la ciudad. Y fotógrafos que hayan hecho lo propio, los conocen ustedes mejor que yo.
Pero sin desmerecer lo anterior, la propuesta masintética es original en cuanto que retrata a la ciudad y a sus habitantes mediante un doble juego de contrastes. Aquí se revela que lo masintético es equivalente a hacer compatible la alegría con la melancolía; la velocidad con la pausa; lo majestuoso con lo sencillo. El Retiro como relajo, el Rastro como multitud. Calles del centro atiborradas de gente, calles de barrio donde se respira calma. Imágenes claras, transparentes; otras borrosas, con neblina y bruma.
Y en este puzzle de contrastes, lo masintético destaca por dar vida a lo inmaterial, y sobre todo por dar vida a sus personajes. Cualquiera que haya visto una fotografía masintética reconocerá en ella una historia: la del albañil -tal vez rumano o ucraniano- que pese a lo duro de su trabajo, tiene una sonrisa que ofrecer, antes probablemente de abandonar el tajo y tomarse una cerveza con sus colegas de cuadrilla; la del jubilado que reparte migas de pan a los gorriones del Retiro y que luego irá a contar a su mujer, como lo hizo también ayer y antes de ayer, el jolgorio que le han montado cada vez que esparcía el pan por la arena; la de los vendedores del Rastro, que casi siempre aparecen sentados en los más inusitadas respaldos, a la espera del comprador que les saque de la modorra con la más fantástica oferta jamás conocida. O hasta los perros, tratados con tanta dulzura por su ama en su paseo diario en un carrito de bebé, en una historia que acabará seguramente, con estos lamiendo las manos de su benefactora en señal de amor.
Originalidad y cercanía. Porque los personajes masintéticos, así como la ciudad que nos retrata Miguel Ángel, es tan propia como cercana. La mayor parte de los aquí presentes se sentirá representada, presente y tal vez protagonista de muchas de las imágenes del libro. Porque ¿quién no ha paseado por la ciudad en un día de lluvia cargado de melancolía?
¿Quién no ha sentido un pellizco en el alma al observar la inocencia de un gatito? ¿Y quién no se ha sentido un enano ante la inmensidad de los edificios de la Gran Vía?
También sentirán, que aquí no hay trampa ni cartón. Que lo masintético se expresa por si solo sin perifollos ni engolamientos. Y esto es lo que te atrapa de la apuesta de la poesía fotográfica de lo masintético. Que la propuesta es pura, cristalina, diáfana, limpia. No sé si tendrá que ver algo en ello el carácter que impregna la isla de Menorca a sus habitantes, donde hasta los árboles tienen rasgos propios marcados por la orientación de viento. O si será por la innata timidez del artista. Pero lo cierto es que aquí hay arte y del bueno. Lo masintético se gusta en expresarse de esta manera.
Decía más arriba que lo masintético es también una forma de ser y de estar. Y aquí hay también un juego de contrastes, pues Miguel Ángel es pelín tímido de primeras, como jugando a ver por dónde vienen los tiros.
Pero si estos, los tiros, son pacíficos, se abre de repente la personalidad de un ser que te arropa y atrapa, que te invita a compartir su forma de ver la vida. Es duro, como pocos, con aquello que le parece injusto; benévolo, complaciente, abierto con los suyos. Esto es ser masintético: ser sincero con los demás y consigo mismo. Toda una actitud ante la vida. Ahí es nada.
Y nada más. Agradecer a Miguel Ángel sus años de amistad incondicional y haber compartido ilusiones y proyectos. Las siempre pocas copas de vino blanco que hemos bebido juntos y los muchos cocidos que nos quedan por comer. Y espero que de aquí hayamos salido todos con una palabra nueva en nuestro vocabulario. ¿La recuerdan ustedes? Gracias.
Real Sociedad Fotográfica
Madrid, 17 de febrero de 2022
José A. Nieto Sánchez
https://www.youtube.com/watch?v=e98j9VHVK38
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