sábado, 7 de septiembre de 2024

TOFIÑO EXPONE EN LA CASA ZAVALA (CUENCA)

 



    Tofiño nació en Cuenca, una provincia esencialmente rural y de agraciada naturaleza, concretamente en el barrio de Los Moralejos. Un barrio modesto, sin pretensiones. Sus padres ejercían de taberneros en un local situado bajo los arcos de la Plaza Mayor, en la calle que honra memoria al feo y cascarrabias Severo Catalina.
    
    Después de tantos años de militancia fotográfica, conozco y frecuento amuchos colegas de afición, algunos de ellos, de relumbrón y ninguno vive la fotografíacon la intensidad y la pasión como la vive Vicente. En cierta ocasión oí comentar concierto tono socarrón y algo pendenciero, que hay mucho fotógrafo de domingo y yo añado que también los hay de fiestas de guardar. Ese no es el caso de Tofiño,
siempre acarreando con la cámara en sus maltrechos hombros. Cuando paseas con él, rara es la ocasión que no carga con una o varias de ellas, y en aquellas situaciones que no es así, es frecuente oír sus lamentos ante una oportunidad perdida de haber congelado un instante irrepetible de la vida.
    
    Tengo que confesar que las fotografías que más admiración me causan son las de su primera etapa. Es algo que me suele ocurrir con frecuencia en los trabajos de muchos fotógrafos, incluso en mis fotografías. Las primeras fotografías poseen una inocencia y una frescura que luego suelo echar en falta en trabajos posteriores, más maduros y conceptualmente más interesantes.

    Cuando Vicente preparaba su libro “Cuenca en la mirada" editado por la Diputación Provincial de Cuenca, frecuentaba su casa para visionar las fotografías queiba seleccionando, y recuerdo meridianamente cada una de ellas, pero hubo dos que me llamaron la atención por encima de las demás. La primera, una escena cotidiana vista desde el interior de una casa. Una mujer madura, con una mirada frontal, desafiante, el brazo diestro en jarra y el izquierdo, caído, con la mano escondida en el interior del bolsillo de un mandil de cuadros y dos niñas, bajo el marco de una puerta. Una de pie, con mirada cándida y la otra de espaldas, sentada, distraída, ajena a lo que acontece delante y detrás de ella. Una escena familiar, con una iluminación natural difícil, el interior en penumbra y el exterior con una luz dura, de verano. Le comenté que me gustaba mucho esa foto, y me dijo que eran su madre y sus hijas. Y me gustó todavía más.

    En la otra fotografía, los trajes de dos desposados, o quizás por desposar, abandonados a su suerte en una solitaria acera. Trajes que nos hacen presagiar que están condenados a un futuro incierto. Dos vestimentas modestas, alejadas de las prestigiosas firmas nupciales, que no se sabe muy bien si están esperando a ser enfundadas para el “sí quiero” o si los novios huyeron precipitadamente cada uno por su cuenta, ante el vértigo que produce el compromiso eterno. Dos enamorados de figura estilizada y de cartilla de ahorros menguada.

    Estamos ante uno de los fotógrafos más preparados de los últimos años de la fotografía española. Su dedicación a la docencia, al comisariado, a la prensa, a la fotografía industrial y arquitectónica, hace que tenga una visión muy completa y heterogénea de la fotografía. Estos antecedentes se manifiestan en este nuevo libro “Cuando nadie me ve”, una sucesión de instantáneas captadas a lo largo de su dilatada trayectoria. Fotografías que en algunos casos han formado parte de proyectos anteriores.

    Podemos decir que “cuando nadie me ve”, Vicente te observa, sigiloso, atento, agazapado, pero no como un cazador ni un ladrón de imágenes, porque Tofiño ni hiere ni roba, trata a las personas retratadas con el máximo respeto y dignidad. Seas rico y poderoso o pobre y humilde, estés desnudo o vestido, atento o descuidado, receloso o confiado. Cuando te veas fotografiado por Vicente no te sentirás defraudado, te verás humano, sencillo, terrenal.

    En el libro “TOFIÑO” asoman ancianas de rostro labrado a golpe de calendario, mujeres insufladas de futuro, jóvenes de pubis lampiño, ingeniosos guiños a maestros de la pintura, mirones ávidos de sexo, blancas hermanas de clausura, párvulos, mininos y hasta perros que copulan gozosos sin que los numerosos mortales presentes les presten la mínima atención. En sus fotografías siempre pasa algo, siempre pasan muchas cosas, todo bajo una cuidada estructura geométrica.

    Vicente, con miles y miles de fotografías en sus archivos, es de esas personas que no han nacido para observar la vida sentado desde la butaca del espectador, es de los que han optado por interpretar como un actor principal su propia película vital, aunque ello le haya supuesto tener que lidiar estoicamente en varias ocasiones con los hondos surcos labrados por el infortunio. Ha sido en la vida, el comprometido Olmo Dalcò de Bertolucci en "Noveccento", el golfillo adolescente Antoine Doinel de Truffaut en los "Cuatrocientos golpes", el atormentado Paul de "El último tango en París", y como no, el obsesivo y persistente fotógrafo Thomas de "Blow-Up".

                                                                Miguel Ángel Sintes Puertas




Andrés Marín, Benito Román, César Lucas y Vicente López Tofiño






Andrés Marín, César Lucas, Vicente López Tofiño



Jésus Sintes


domingo, 26 de mayo de 2024

LORENZO PASCUAL

 

"In memoriam"




Lorenzo nació un caluroso 10 de agosto de 1927 en la histórica villa de Cuéllar, un día en el que las cigüeñas crotoraban en los campanarios y los esforzados labradores ultimaban las cosechas del estío.

            Ese mismo año, se produjo la primera emisión de la histórica BBC, la primera llamada telefónica transatlántica, y Sacco y Vanzetti fueron ejecutados mientras una oleada de protestas sacudía el mundo. En España, regresábamos a las viejas costumbres y el uniforme de Primo de Rivera dictaba los preceptos de los habitantes de la nación.

           Pasó su juventud entre mulos, trillos y eras, y al aproximarse la madurez, decidió cambiar la hoz por el martillo. Empacó sus escasos enseres y, junto a su mujer y sus tres hijos, se dirigió a la ciudad. Albergado en una popular corrala del barrio de Lavapiés, inició una nueva vida como obrero metalúrgico en Perkins, donde compartió fatigas con el célebre líder obrero Marcelino Camacho.

           El pasado viernes 17 de mayo, con casi 97 años, tendido en su cama y con la mirada serena y limpia, asido a la mano de su hija Josefina, se durmió tranquilo, con la conciencia de haber sido un buen padre y un hombre bueno.

            Cuando somos niños, el tiempo parece eterno: pasa lentamente y de manera intensa. Al finalizar la infancia, algo cambia; es como si el reloj se detuviera y nos encontráramos en un espacio atemporal. Solo cuando fallecen nuestros padres, el tiempo parece volver a ponerse en marcha, amenazante. Enfrentarnos a su pérdida nos sitúa frente a nuestra propia mortalidad. El tiempo se vuelve tangible y cada recuerdo se convierte en un instante que permanece vivo en nuestra memoria. Ese tiempo que se había detenido empieza a moverse nuevamente. El reloj, implacable, sigue su curso.

                                                                                                            Miguel Ángel Sintes Puertas

lunes, 22 de abril de 2024

"PIERRE GONNORD"

"in memoriam"

                          © Miguel Ángel Sintes Puertas


Retrato que le hice a Pierre en la Feria del libro de Madrid hace unos años

miércoles, 6 de marzo de 2024

RAMÓN MASATS



"in memoriam"



              © Pablo Sintes



Rafael Gómez Sánchez-Pajares



In memoriam



 

Miguel Ángel Sintes Puertas gana el Primer Premio de la VI Edición do Premio de Fotografía Manuel Ferrol


A VIº edición do Premio de Fotografía Manuel Ferrol convocado pola Asociación Cultural Cultura Aberta de Carral xa ten gañador. A imaxe titulada "El hombre de la calle Callao" do madrileño Miguel Ángel Sintes Puertas foi a seleccionada polo xurado "por ser fiel ao estilo do fotógrafo homenaxeado", de entre as 256 fotografías recibidas e 83 participantes nesta edición O xurado estivo composto nesta edición por seis recoñecidos profesionais da fotografía e o xornalismo. Nacho Romero e Ángel Cordero, profesores de fotografía na EIS da Coruña, Víctor Echave, director de fotografía do diario La Opinión, María Meseger, Xoán Piñón e Vanesa Casteleiro, fotógrafos profesionais. Mirian Pantoja e Lois Anxo Ferreiro actuaron como representantes de Cultura Aberta, secretaria e presidente respectivamente, para levantar a acta correspondente ao finalizar as intensas deliberacións. Durante o verán farase unha exposición con máis de 25 obras presentadas ao concurso no Campo da Feira de Carral.




 Artículo publicado en el Diario Menorca




 2º PREMIO
en el 
XXX Certamen de Fotografía Santa Lucía 2023




viernes, 23 de septiembre de 2022

Exposición en la Real Sociedad Fotográfica

 






“la realidad solo existe si la soñamos”

Juan Marsé


    enCLAVEdePortugal” es una exposición fotográfica en la que Miguel Ángel Sintes sale al encuentro de la Lisboa que soñó en su juventud. Una ciudad noble, melancólica y gris como todas aquellas metrópolis decadentes alejadas de un pretérito esplendor. Ciudades que desaparecen rápidamente y dejan de ser reconocibles, devoradas por la globalización económica que uniformiza costumbres, vestimentas y hábitos sociales. Entre blancos y negros, capta la nostalgia y nos desvela su Lisboa: aquella que suena a “Pessoa”.  Una Lisboa por todos reconocida que, sin embargo, sabe a singular. Sí, sabe. Su fotografía no se ve, más bien se mastica, se escucha, se recuerda...y tiene la virtud de trasladar al espectador a los barrios más humildes, a los lugares menos comunes y a las épocas menos pasadas. Un presente pasado, un tecnicolor fallido y “una máquina de coser tristezas”, como diría “La Rodrígues”
    El trabajo “enCLAVEdePORTUGAL” se ha desarrollado a lo largo de diez años por el territorio del país vecino. Las fotografías han sido tomadas con una cámara LEICA M-6 provista con un objetivo SUMMICRON-M de 50 mm. La película utilizada ha sido KODAK-TRIX, revelada con KODAK D-76.

La exposición ha sido comisariada por Ángelica Suela de la Llave.



















jueves, 24 de febrero de 2022

Presentación del libro "Madrid al clorobromuro" por el Dr. José A. Nieto en la Real Sociedad Fotográfica


Sobre lo masintético


    Conozco a Miguel Ángel desde hace unos cinco años con motivo de la organización de una Exposición sobre el Rastro de Madrid. En el prólogo del libro Madrid al clorobromuro que hoy nos congrega aquí explico algunas cosas más de este primer encuentro y los avatares posteriores.

    Pero hoy quisiera debatir con ustedes sobre un término al que llevo dando vueltas desde hace un tiempo. Voy al grano: como soy profano en la materia, me gustaría preguntar a las doctoras y doctores de esta santa casa de la fotografía si en su jerga utilizan el concepto Masintético.

    Gracias. Ya me parecía a mí que el término no existía, pero debieran comenzar a utilizarlo. ¿Se estarán preguntando qué es masintético? Como tampoco aparece en la RAE, a donde he acudido para iluminarme, pues me he quedado más tranquilo. Y hoy en exclusiva mundial puedo presumir de haber patentado un término que dará que hablar. Y el culpable es el mismo Miguel Ángel Sintes, y tal vez también la nueva tecnología.

    Intentaré desvelar ya el concepto, que etimológicamente tampoco tiene nada del otro mundo, como suele ocurrir con las cosas importantes.

    Miguel Ángel manda sus correos electrónicos con el acrónimo Masintes. Y yo desde que nos conocimos apunté en este, mi antediluviano teléfono móvil, su número con el mismo acrónimo: Masintes. De aquí deriva, etimológicamente como digo, el apelativo Masintético, que hoy vengo a poner a su consideración, para ver si hace fortuna. Porque si de un tiempo a esta parte proliferan palabras tan feas como procastinar, resetear, youtuber, implementar, o todo tipo de palabras procedentes del imperio anglosajón, porque no vamos nosotros a poder presumir de inventar un término, máxime cuando lo hacemos para homenajear a un influencer como pocos. Al tiempo.

    Pero lo masintético no es solo un término que puede utilizarse para definir a Miguel Ángel Sintes. Es algo más, pues define su carácter y el de su obra, y quiero creer que hasta un estado del ser y del estar, no solo de Miguel Ángel, sino del ser humano en general. Yo puedo comentar poco sobre el aporte masintético a lo fotográfico -pues aquí hay doctores y doctoras que hablarán más y mejor que yo al respecto-, pero no me cabe la menor duda de que hay un sentido masintético en la persona de Miguel Ángel que se traspasa a su obra. Y ese sentido masintético tiene mucho que ver con la originalidad, la transparencia, la pureza, la candidez, la inocencia, e incluso la timidez. Ya digo que yo no puedo hablar mucho sobre el aporte fotográfico de lo masintético, pero en lo que veo de su obra hay mucho de dulzura, así como, incluso, diría de poesía.

    Porque ya sé que es un lugar común, pero hay mucho de poesía en Miguel Ángel y en lo masintético. De hecho, el mismo reconoce que ha hecho algún pinito en la prosa poética. Y yo también he sufrido ese rasgo masintético en alguna que otra corrección de pruebas ortotipográficas realizadas con esmerada precisión poética por nuestro homenajeado. Y el rasgo más poético que puede haber en sus fotos se descubre al instante.

    La poesía masintética está presente en la ternura con la que se abre el libro mostrando el interior del antiguo corralón del Rastro, donde parece transportarnos al baúl de los recuerdos, allí donde se conserva un mundo de infancia y donde el tiempo parece haberse detenido. Y sigue con esa chica con grandes tacones que lleva de la mano a su abuela por una calle de cualquier barrio de Madrid. Dos generaciones que podríamos pensar tan distantes y distintas, y, sin embargo, tan cercanas por mor de lo masintético. Son solo dos ejemplos de la propuesta de viaje por Madrid que se nos regala por parte de Miguel Ángel Sintes, el verdadero creador de lo masintético.

    Y hablaba antes de originalidad. Y al hilo del viaje por Madrid, y sin querer caer en lo pretencioso, la verdad es que ya ha habido muchos autores que han realizado viajes por Madrid desde las más diversas disciplinas. No hace falta remontarse a Torres de Villarroel con sus Visitas y visiones de Torres con Quevedo, o al Diablo Cojuelo de Luis Vélez de Guevara, con sus célebres trancos, o a los más recientes paseos de Corpus Bargas, Ramón Gómez de la Serna o Paco Umbral, autores todos ellos que desde la literatura nos han dejado páginas señeras de paseos por Madrid en diferentes períodos históricos. También ha habido afamados directores de cine que nos han dejado recorridos memorables por la ciudad. Y fotógrafos que hayan hecho lo propio, los conocen ustedes mejor que yo.

    Pero sin desmerecer lo anterior, la propuesta masintética es original en cuanto que retrata a la ciudad y a sus habitantes mediante un doble juego de contrastes. Aquí se revela que lo masintético es equivalente a hacer compatible la alegría con la melancolía; la velocidad con la pausa; lo majestuoso con lo sencillo. El Retiro como relajo, el Rastro como multitud. Calles del centro atiborradas de gente, calles de barrio donde se respira calma. Imágenes claras, transparentes; otras borrosas, con neblina y bruma.

    Y en este puzzle de contrastes, lo masintético destaca por dar vida a lo inmaterial, y sobre todo por dar vida a sus personajes. Cualquiera que haya visto una fotografía masintética reconocerá en ella una historia: la del albañil -tal vez rumano o ucraniano- que pese a lo duro de su trabajo, tiene una sonrisa que ofrecer, antes probablemente de abandonar el tajo y tomarse una cerveza con sus colegas de cuadrilla; la del jubilado que reparte migas de pan a los gorriones del Retiro y que luego irá a contar a su mujer, como lo hizo también ayer y antes de ayer, el jolgorio que le han montado cada vez que esparcía el pan por la arena; la de los vendedores del Rastro, que casi siempre aparecen sentados en los más inusitadas respaldos, a la espera del comprador que les saque de la modorra con la más fantástica oferta jamás conocida. O hasta los perros, tratados con tanta dulzura por su ama en su paseo diario en un carrito de bebé, en una historia que acabará seguramente, con estos lamiendo las manos de su benefactora en señal de amor.

    Originalidad y cercanía. Porque los personajes masintéticos, así como la ciudad que nos retrata Miguel Ángel, es tan propia como cercana. La mayor parte de los aquí presentes se sentirá representada, presente y tal vez protagonista de muchas de las imágenes del libro. Porque ¿quién no ha paseado por la ciudad en un día de lluvia cargado de melancolía?

    ¿Quién no ha sentido un pellizco en el alma al observar la inocencia de un gatito? ¿Y quién no se ha sentido un enano ante la inmensidad de los edificios de la Gran Vía?

    También sentirán, que aquí no hay trampa ni cartón. Que lo masintético se expresa por si solo sin perifollos ni engolamientos. Y esto es lo que te atrapa de la apuesta de la poesía fotográfica de lo masintético. Que la propuesta es pura, cristalina, diáfana, limpia. No sé si tendrá que ver algo en ello el carácter que impregna la isla de Menorca a sus habitantes, donde hasta los árboles tienen rasgos propios marcados por la orientación de viento. O si será por la innata timidez del artista. Pero lo cierto es que aquí hay arte y del bueno. Lo masintético se gusta en expresarse de esta manera.

    Decía más arriba que lo masintético es también una forma de ser y de estar. Y aquí hay también un juego de contrastes, pues Miguel Ángel es pelín tímido de primeras, como jugando a ver por dónde vienen los tiros.

    Pero si estos, los tiros, son pacíficos, se abre de repente la personalidad de un ser que te arropa y atrapa, que te invita a compartir su forma de ver la vida. Es duro, como pocos, con aquello que le parece injusto; benévolo, complaciente, abierto con los suyos. Esto es ser masintético: ser sincero con los demás y consigo mismo. Toda una actitud ante la vida. Ahí es nada.

    Y nada más. Agradecer a Miguel Ángel sus años de amistad incondicional y haber compartido ilusiones y proyectos. Las siempre pocas copas de vino blanco que hemos bebido juntos y los muchos cocidos que nos quedan por comer. Y espero que de aquí hayamos salido todos con una palabra nueva en nuestro vocabulario. ¿La recuerdan ustedes? Gracias.

Real Sociedad Fotográfica

Madrid, 17 de febrero de 2022


José A. Nieto Sánchez


https://www.youtube.com/watch?v=e98j9VHVK38


sábado, 22 de enero de 2022

 Sueños de Ruiseñor

Ángel Gutiérrez Aguirre




"la derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce"
Jorge Luis Borges



    Las fotografías de Ángel Gutiérrez no son fruto del azar. Se alejan de aquellas instantáneas obtenidas de manera fortuita y que tanto imperan en el terreno de la "concursística". El trabajo que nos presenta en este libro es el resultado del esfuerzo calculado y perseverante de un fotógrafo singular.

    Ángel no responde al estereotipo que tenemos del fotógrafo turista. Más cercano a los viajeros aventureros de Paul Bowles en "El cielo protector", necesita y disfruta de la soledad en sus viajes. Este proceder le obliga a relacionarse e integrarse con los nativos de los lugares que visita y en uno de estos fructíferos viajes que Ángel hizo por Tailandia, entabló amistad con Pa Rang un Kru de Muay Thai [1], que le abrió las puertas de una cultura ancestral, en ocasiones, tan lejana como incomprensible para la civilización occidental.

    El hombre lucha contra el hombre desde sus orígenes, la evolución de la especie le supuso que adoptase una postura erguida para mejorar el golpeo sobre sus rivales y conseguir así someter más fácilmente a los animales y a los humanos que pugnaban por un mismo espacio vital. El avance de la civilización ha ido logrando que estas luchas intestinas vayan quedando relegadas a competiciones regladas, menos cruentas y más nobles.

    Ángel Gutiérrez nos relata de forma secuencial con estas imágenes, como si de una película se tratase, la historia de un combate. Las fotografías recorren vertiginosamente desde el principio hasta el final todos aquellos aspectos inherentes a la lucha tailandesa y asiste de forma aséptica como un notario, sin tomar partido, y sin emitir juicios de valor a las veladas pugilísticas.

    Fotografía con maestría la asfixiante atmósfera que impregna los combates de Muay thai y al contemplar sus fotografías y observar a los luchadores retratados, se percibe la tensión y la pasión de los contendientes y de los espectadores. Es fácil sentir, escuchar y oler todo lo que envuelve a los combates como si uno mismo estuviese asistiendo a uno de ellos. Espectadores exultantes estallan de júbilo ante el final de la pelea y exhiben sin tapujos el éxito económico que les reportan las apuestas efectuadas por el púgil victorioso. La importancia del dinero que movilizan los combates queda retratado de manera palmaria en este trabajo realizado por el fotógrafo.

    Las mejores instantáneas del reportaje, son aquellas que con sutiles detalles nos muestran con inteligencia aquellos aspectos que quedan fuera del alcance del espectador y que tienen una gran importancia dentro de la liturgia de la lucha.

    En los púgiles fotografiados por Ángel Gutiérrez, podemos observar todos los amuletos de cuerda que llevan sobre sus cuerpos. En sus cabezas el "mongkhon", los "prajead" en los brazos, el "pong malai" collar llevado en el cuello y la "serya": camiseta con el emblema de la escuela a la que pertenecen.

    Ángel no deja escapar ningún pormenor de todo lo que acontece en los recintos desde que irrumpen en el cuadrilátero los púgiles. Podemos ver como caminan en el sentido contrario a las agujas del reloj y rezan en cada esquina, inclinando su cabeza en tres ocasiones. A continuación se procede a ejecutarse el "ram muay" un ritual personal, que suele ofrecer señales sobre quién es el entrenador y del origen geográfico del luchador. Los pupilos antes de iniciar el combate, efectúan el "Wai Khru" un respetuoso saludo a su maestro, por el que sienten admiración y respeto, a sus padres y a sus antepasados.

    Todo combate tiene un final y es el momento en el que podemos ver en los derrotados sus gestos de frustración y como asumen con desazón el no haber podido conseguir la bolsa con la que pretendían ayudar a la modesta economía familiar.

    El éxito siempre encuentra un escaparate donde asomarse, es muy fácil encontrar titulares y pregoneros que ensalcen a los victoriosos, mientras que la derrota queda para la intimidad. Son los familiares y los amigos más cercanos los que acompañaran la soledad del derrotado. En las fotografías de Ángel se puede observar simpatía por el derrotado, la arrogancia del vencedor queda relegada a un segundo plano.

    La humanidad tiene la obligación moral de avanzar hacia una sociedad mejor. Recientemente, la presión de médicos y organizaciones preocupadas por la infancia, ha conseguido que el boxeo infantil en Tailandia haya sido declarado ilegal. El fotógrafo Ángel Gutiérrez solamente ha querido realizar un trabajo fotográfico con la única finalidad de legar a generaciones venideras un documento histórico de una práctica pugilística extendida hasta ahora en una amplia zona del continente asiático.

                                          Miguel Ángel Sintes Puertas


[1] Maestro de lucha tailandesa








Del 20 de enero al 10 de marzo
De lunes a viernes de 10:00h a 18:00h

 

C. de Miguel Ángel, 33, 28010 Madrid








TOFIÑO EXPONE EN LA CASA ZAVALA (CUENCA)

       Tofiño nació en Cuenca, una provincia esencialmente rural y de agraciada  naturaleza, concretamente en el barrio de Los Moralejos. Un...